BAÚL CURIOSO
LA MADRE TIERRA
Siempre me han encantado las cuevas, todas ellas. Algunas yo las llamo de vida, pues invitan a entrar; otras las nombro cuevas de muerte, pues aunque son reacias a recibirte, cuando entras en ellas te invitan al recogimiento y a la reflexión. Pero todas son enigmáticas y mágicas.
He visitado muchas de ellas por toda Europa, grandes y pequeñas, conocidas y desconocidas y en cada una he sentido que entraba en un mundo más grande, misterioso y desconocido que la simple apariencia.
Nuestros antepasados utilizaban las cuevas como vivienda, sepulcro o santuario. Cuando he visitado estas últimas, no he dejado de preguntarme que extraño sentimiento les impulsaba a los antiguos para pintar en ellas, pues por lo general no son las de más fácil acceso, y las pinturas que en ella existen no están en su boca, ni en sus paredes más grandes o luminosas, si no en lo más profundo de su corazón de roca.
Bajo mi humilde opinión de inexperta en el tema, hubo una pequeña y hasta hace poco tiempo poco conocida que me pareció seguía un patrón. Los animales estaban todos pintados en dirección a las profundidades en la pared derecha, mientras que en la de la izquierda la dirección que llevaban era la contraria, hacia la salida…como en un baile de muerte y renacimiento.
Verdaderamente lo que ello significaba solo lo sabe el autor de esas maravillas, pero a mí me hizo sentir una sensación extraña y cierto desasosiego.
Me fije que hacia donde iban y de donde salían, era una pared donde finalizaba la cueva, pero si observabas con detenimiento en ella, había una fisura estrecha por la que podías penetrar con sumo cuidado. Iluminada solamente por el haz de luz de mi linterna me introduje en esa oscuridad absoluta y entonces lo vi… y aunque no es la misma, quiero compartir con todos vosotros, otra que se le parece increíblemente.
Os presento La Tierra… La Madre Tierra y la fuerza de su útero.